- Quiero decirles que agradezco sus comentarios, y para algunos, que en realidad son pocos, aclaro: cuando escribo no planteo mi vida ni mucho menos (para aquellas personas que piensan que estoy al borde del suicidio, jajaja).
Recojo las semillas de la vida.
Algunas dan sólo flores,
otras jugosos y coloridos frutos:
algunos cítricos, algunos dulces,
otros empalagan, y otros,
intoxican, envenenan.
...También hay mala hierba
como en los campos del Creador.
Yo cosecho espinas
cuando se cae de mis bolsillos
alguna ilusión,
le corto al rosal sus cabezas
antes de que embelecen
a un cualquiera
con su aroma,
o su color...
¿Veo volar rocaspiedras
y no me atrevo a hacerlo yo?
- Y sin embargo vuelo: al escribir, leer, hablar, observar, escuchar, oler, saborear, palpar, publicitar, cantar, bailar y que se yo que cosas más...
Por ejemplo (hablando de una semilla), a veces cuando la depresión amenaza empiezan a cruzar ideas que a veces asustan, son brutales, y me agarro de ellas e invento una historia a partir de aquella frase (obviamente, la depresión no pasa de amenaza, ¡Ja!, eso es bueno), que puede aludir a no-ficción, pero yo la convierto en ficción.
Creo que nadie se escapa de aquello, las historias de vida no son más que ficciones (imagínense cuando parten de una mentira), reconstrucciones de realidades que nunca dejarán de ser mediadas por nuestros sentidos.
Quién crea ser fiel a una realidad objetiva es sólo una quimera, producto de las ficciones que mediaron en su construcción.
