Y tú, ¿sobre qué decides?

Yo no sé qué es el futuro. Nadie. Tenerla clara no es difícil. No doy mérito a nadie por eso. Aquí, lo complicado, es creer que se decide. Por ejemplo: ayer tenía hambre de una “marca” engordante, alguien dijo:
-No caigas en la tentación…
-Hay que ‘pecar’ mientras se pueda. Respondí sin perversiones... (o con todas ellas).
De repente, pensé en todos aquellos sabores que no he experimentado, aquellos que están allá afuera flotando en mesas extranjeras o en la de aquí a mi lado.

Increpé a mi hambre de marca, ya que aún sabiendo que no me alcanzará la vida para probarlo todo, me encontraba ahí, en el centro de una plazoleta de comidas, dándome el gusto de repetir.
Qué nostalgia de aquellos sabores que jamás serán tentación; sin embargo, hay tentaciones que acostumbran llenar la vida de sabores indescifrables. Todos lo hemos paladeado alguna vez, sobre todo cuando el futuro arbitrariamente decide disfrazarse de presente para interrogarnos; ¿quién no ha experimentado esa extraña sensación de haber perdido algo que jamás se tuvo?, ¿alguien recuerda a qué saben esas “pérdidas”?, ¿a nada?, ¿acaso la nada no nos puede saber a todo?

Creer que sí me hace sentir adolescente de nuevo, pero la presencia de ese adulto ausente que es mi sombra es ineludible, hace un par de días me dijo “no me vengas con estupideces, pero si hace un rato gritabas con Fito, ‘tengo todo lo que perdí...’, de sobra sabes que quien no tiene nada que perder...” Me encanta creer que puedo callarlo cuando habla de más, aunque en ese silencio lo siga escuchando.

Presiento que hoy disfrutaré de esa hamburguesa mucho más que en otras ocasiones...
Mientras, creo que he decido.